Monday, April 11, 2011

LA FIESTA ES UN RITUAL


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RrFelix.
En muchas culturas, lo que se celebra en año nuevo es la posibilidad del regreso al origen, el recuerdo del sagrado y originario momento de la creación del mundo. También, en tradiciones milenarias, la fiesta se relaciona con el mito, con la comprensión de un sentido profundo de la vida y con la recreación y el renacimiento.

Nietzsche rescató el efervescente pulso del dios del éxtasis y la embriaguez. A través de su fiesta, Dionisio asegura la transformación mágica del hombre y su unión con la divinidad y la naturaleza.
Los griegos hacían grandes fiestas cuando empezaba y cuando terminaba la siega, pidiendo y agradeciendo a los dioses. En especial a Dionisio, también conocido como Baco, hijo de un dios y una mortal, por ello es la divinidad de la fecundidad, la vendimia, la vegetación, y del vino. En las fiestas dionisíacas  recorrían la polis en un carro con la imagen de Dionisio, la gente lo seguía, cantando, bailando y tomando. Estas fiestas se celebraban el 16 y 17 de marzo. Al igual que las fiestas de San Patricio hoy en día.
Estas fiestas se caracterizaban por la presencia de los ditirambos, poemas que se cantaban a coro, estos producían el olvido del yo, produciendo que las conciencias individuales se disolvieran, se olviden de sí misma y luego se combinen formando una nueva conciencia, esta no se parecía a las conciencias individuales, tenía la fuerza de todos/as incluidas dentro de sí. La conciencia colectiva que se forma, era tan poderosa como un dios podía producir milagros, podía provocar el olvido de todos los problemas, generaba un frenesí ilimitado, volvía a unir al hombre con la naturaleza perdida por la vida civilizada, generaba una energía abrumadora que podía destruir todo lo que se le oponía, en fin las fiestas dionisiacas producían una experiencia fantástica capaz de dejar de lado todo pasado y además generaba el placer más intenso en los seres que participaban de ella.
El éxtasis dionisiaco penetraba en cada uno, los desataba de todas las cadenas, pues los que participaban de la fiesta perdían la vergüenza, el temor y la razón ingresando así en una nueva dimensión, la de la exaltada embriaguez generada por el poderoso dios del vino.
El éxtasis dionisiaco se expresaba en grandes orgías, en cantos colectivos o coros, la unión y reconciliación con la naturaleza olvidada, unión entre los seres, fin de las jerarquías sociales, igualación de los seres, pero también desata la terrible fuerza de las pasiones humanas unidas, capaces de destruir todo a su paso con la fuerza de su pasión desenfrenada.
Los que participan de estas fiestas van más allá del bien y el mal, aceptan el eterno retorno de placeres y dolores, se entregan al placer sin restricciones, no les importa el peligro, es mas lo aman. Los que participan de esta ceremonia aceptan las tragedias y las alegrías de la vida, ya que es para seres intensos que aman las aventuras, que le dicen si a la vida., que no le temen a la locura, ni a la voluptuosidad, ni mucho menos al poder del placer.
La Fiesta es hoy objeto de múltiples interpretaciones desde diversas disciplinas, dado los entramados sociales que hacen parte de esta manifestación colectiva.
La fiesta es uno de los actos  o acciones colectivas que los grupos humanos realizan con mayor frecuencia, Ella sirve como punto de encuentro creando un espacio de unanimidad.
Mediante la fiesta "el hombre se acerca a la divinidad, pero también a su dimensión animal, entregándose a lo irracional,"  es allí donde el individuo pierde una porción de su autonomía que sólo podrá encontrar en la comunidad.
No hay fiesta sin reminiscencias, se retoma el pasado, a menudo como aniversario porque la fiesta conlleva una memoria.
Rousseau  manifiesta que la fiesta conviene a los pueblos como un medio para organizar una especie de asamblea creando entre sus miembros agradables lazos de placer y de felicidad que los puede mantener unidos como comunidad. Por ello la celebración de héroes nacionales o fechas de independencia.
Nietzsche considera el arte como un medio de conocer la realidad. De la mitología griega toma la figura de Dionisio como símbolo de su actividad ante la vida.
Para Nietzsche Dionisio es el dios de la embriaguez, de la alegría: el dios que canta, ríe y danza: el que no renuncia a nada que sea vida. El espíritu dionisiaco es lo contrario de la moderación de Apolo, de los valores de bondad, perfección y humildad que son la negación de la vida.
Nietzsche dice en ‘El Origen de la Tragedia’ que… ‘’ a partir del espíritu de la música, el espíritu dionisíaco nos muestra que vivir es más fuerte que conocer, y de ahí su desconfianza por la razón’’. Esto es para nosotros el carnaval, la fiesta.
El arte dionisíaco...descansa en el juego con la embriaguez, con el éxtasis. Dos poderes sobre todos son los que al ingenuo hombre natural lo elevan hasta el olvido de sí que es propio de la embriaguez: el instinto primaveral y la bebida narcótica.
Sus efectos están simbolizados en la figura de Dionisio. En ambos estados el principio de individuación queda roto, lo subjetivo desaparece totalmente ante la eruptiva violencia de lo general-humano, de lo universal-natural.
Las fiestas dionisiacas consisten en una experiencia mística, en la que se pierde la noción de tiempo, de espacio y de individuo.
Conducen a un estado en donde se puede decir que estamos fuera del tiempo, ya que el instante se vuelve eterno y lo eterno se ve en un instante. Se regresa a los orígenes del ser y al mismo tiempo trascendemos las fronteras de la percepción. Ingresamos en un lugar nuevo en donde no interesa el lugar sino la sensación que genera este. El espacio de disuelve por el efecto del éxtasis dionisiaco y por último el individuo se evapora y se une junto con el vapor de los demás participantes formándose así la nube de donde saldrá la lluvia de placer más poderosa, es mas de esta nube saldrá una tormenta capaz de destruir todos los límites de la sociedad.
Las fiestas de Dionisio, no sólo establecen un pacto entre los hombres, también reconcilian al ser humano con la naturaleza. De manera espontánea ofrece la tierra sus dones, pacíficamente se acercan los animales más salvajes: panteras y tigres arrastran el carro, adornado con flores, de Dionisio. Todas las delimitaciones de casta que la necesidad y la arbitrariedad han establecido entre los seres humanos desaparecen: el esclavo es hombre libre, el noble y el de humilde cuna se unen para formar los mismos coros báquicos.
“Cantando y bailando se manifiesta el ser humano como miembro de una comunidad superior, más ideal: ha desaprendido a andar y hablar. Más aún: se siente mágicamente transformado, y en realidad se ha convertido en otra cosa. Al igual que los animales hablan y la tierra da leche y miel, también en él resuena algo sobrenatural”. Nietzsche
Dionisio, era el dios griego del vino, de la embriaguez y de vegetación.
La tragedia consistía, según la teoría de Nietzsche, solo en una cosa: la tragedia de la época clásica le añade el elemento apolíneo. Lo esencial sigue siendo el fondo dionisiaco de la tragedia. Gracias a él, en la fiesta, el espectador rompe los lazos de su propia individualidad, se funde con los demás hombres y descubre la suprema unidad de todas las cosas. De este modo el hombre tiene la convicción de que, por encima de todas las apariencias, la vida es indestructiblemente poderosa y placentera.
El éxtasis del estado dionisíaco, con su aniquilación de las barreras y límites habituales de la existencia, contiene, mientras dura, un elemento letárgico, en el cual se sumergen todas las vivencias del pasado. Quedan de este modo separados entre sí, por este abismo del olvido, el mundo de la realidad cotidiana y el mundo de la realidad dionisíaca. Pero tan pronto como la primera vuelve a penetrar en la consciencia, es sentida en cuanto tal con náusea: un estado de ánimo ascético, negador de la voluntad, es el fruto de tales estados. En el pensamiento lo dionisiaco es contrapuesto, como un orden superior del mundo, a un orden vulgar y malo: el griego quería una huida absoluta de este mundo de culpa y de  destino. Apenas se consolaba con un mundo después de la muerte: su anhelo tendía más alto, más allá de los dioses, el griego negaba la existencia, junto con su policromo y resplandeciente reflejo en los dioses. En la consciencia del despertar de la embriaguez ve por todas partes lo espantoso o absurdo del ser hombre: esto le produce náusea. Ahora comprende la sabiduría del dios de los bosques.
“El hombre se siente dios: todo lo que vivía sólo en su imaginación, ahora eso ello percibe en sí. ¿Qué son ahora para él las imágenes y las estatuas? El ser humano no es ya un artista, se ha convertido en una obra de arte, camina tan extático y erguido como en sueños veía caminar a los dioses. La potencia artística de la naturaleza, no ya la de un ser humano individual, es la que aquí se revela: un barro más noble, un mármol más precioso son aquí amasados y tallados: el ser humano”.
r. Felix.