Saturday, February 05, 2011

Sócrates Como Terapia

Terapia filosófica, filosofía práctica o platicas de café. O de cómo la filosofía está saliendo a la calle...
Las ideas de Lou Marinoff sorprendieron al mundo al final del siglo pasado con su publicación PLATO Not Prozac! ( Más Platón y Menos Prozac) al decirnos que la sicología ya llegó a su fín al no poder hacer más por sus pacientes y los regresa a los antiguos médicos del Alma: Los Filósofos... 
Tienen entre 30 y 40 años, son filósofos y están realizando un sueño: desempolvar la filosofía del ámbito académico para llevarla a la calle. Han creado el asesoramiento filosófico, una práctica alternativa a la psicoterapia que ayuda a darle una dimensión práctica al pensamiento, haciendo que se convierta en arte de vida, que es como lo concibieron los antiguos griegos.
No es una psicoterapia y quienes lo practican no son psicoterapeutas, sino filósofos. Sin embargo, los que han probado el asesoramiento filosófico reconocen abiertamente que tiene efectos terapéuticos porque les ha ayudado a ser más felices. Una idea parecida difundía Lou Marinoff hace unos años con su libro Más Platón y menos prozac (Ediciones B), la obra que dio a conocer al mundo la práctica de la filosofía en nuestra vida cotidiana. Y es que estos filósofos se han opuesto diametralmente a que destierren su disciplina al ámbito de la erudición, el academicismo y la investigación, y se han aventurado a devolverle el lugar que le dieron los antiguos: ser el arte de la vida por excelencia. Para los griegos, el filósofo, lejos de ser el erudito aislado en su torre de marfil, era el que buscaba una visión profunda de la realidad y vivía en armonía con sus creencias. Esta concordancia entre su pensamiento, sus sentimientos y su actuación era lo que le permitía vivir con plenitud. Esto es lo que buscó el padre de este movimiento, el filósofo alemán Gerd B. Achenbach, cuando en 1981 abrió la primera consulta de consejería filosófica.

Todos somos filósofos
Mónica Cavallé, la pionera en España de esta manera de entender la filosofía y de llevarla a la práctica, doctora en Filosofía por la Universidad Complutense, autora de varios ensayos sobre el tema y presidenta de la Asociación Española para la Práctica y el Asesoramiento Filosófico (ASEPRAF), anhelaba que la filosofía fuera concebida como “un camino de autoconocimiento y de transformación personal” y que estuviera integrada en el día a día de las personas, abarcando todos los ámbitos. Puesto que, como afirma Cavallé, “vivimos en una sociedad en la que hay una notable ausencia de referencias. Los valores imperantes son los logros materiales, la competitividad y el individualismo, y eso está conduciendo a la confusión y a la insatisfacción personal”.Esto explica la necesidad imperante de darle sentido a nuestra existencia, demanda que puede satisfacer la filosofía práctica. Y es que al final, como dice el filósofo y vicepresidente de Asociación Española para la Práctica y el Asesoramiento Filosófico, Julián Domingo, “todos somos filósofos, puesto que todas las personas tienen su propia escala de valores, sus propias creencias y una filosofía de vida, lo que ocurre es que en la mayoría de los casos la persona es inconsciente de ello”.La misión del asesoramiento filosófico es precisamente dar luz al pensamiento que rige la vida de cada persona, desechando los tópicos y aquellas creencias heredadas generacionalmente que no se han pasado por el tamiz de la experiencia personal, para llegar a lo que para cada individuo es la verdad. “La verdad nos ayuda a ser más felices –comenta Julián Domingo–. Aunque a corto plazo suponga pequeños sinsabores, a la larga nos conduce a la plenitud, porque nos hace actuar con coherencia hacia lo que llevamos dentro”.

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Emoción y pensamiento
Aunque el asesoramiento filosófico trabaja en distintos ámbitos, es la consulta individual la que más ha prosperado. Se vale del diálogo socrático, el asesor formula preguntas que pretenden esclarecer las creencias del asesorado, profundizando en su experiencia personal, buscando y analizando las presuposiciones, los puntos ciegos y las incongruencias que subyacen de esos pensamientos. A diferencia de lo que pueda parecer, el diálogo socrático no es una conversación simplemente mental, en ella se intenta equilibrar la participación de la razón y la emoción. El asesorado conecta con su propia vivencia a través del pensamiento. Julián Domingo opina que “detrás de las emociones hay siempre creencias; cuando tenemos problemas emocionales es porque se está dando una contradicción entre lo que nos sucede y nuestros valores”.
Se asemeja a la psicoterapia en que busca el bienestar personal del individuo que acude a esta práctica, pero se diferencia de ella en que el filósofo no trabaja con modelos clínicos ni acude a categorías como síntoma, diagnóstico, tratamiento o enfermedad. Cristina, una consultora de 43 años que optó por el asesoramiento filosófico en un momento muy concreto de su vida en el que acababa de separarse de su pareja y había fallecido un familiar muy cercano, puntualiza: “Yo no me consideraba una enferma patológicamente hablando, sino que tenía unos conflictos internos que no sabía ni verbalizar ni comprender”.

Oportunidad para crecer
Mónica Cavallé observa que muchas de las personas que han sido diagnosticadas por psiquiatras como depresivas tan sólo estaban viviendo un despertar interior, porque se les había caído su sistema de valores. Es el caso de Ignacio, de 45, doctor en Ingeniería, quien al cumplir los 40 entró en una etapa de crisis existencial. El asesoramiento filosófico dio respuestas a sus inquietudes, “me permitió clarificar valores y ordenar ideas. Generar actitudes ante la vida que me han aportado mayor capacidad para afrontar mis problemas”.
Todos los que han pasado por esta experiencia coinciden en asegurar que incorporar la filosofía a su vida cotidiana les ha ayudado a ver las crisis existenciales como oportunidades de crecimiento. Porque la filosofía, como dice la asesora filosófica Montse Martín Linares, “es una escuela de vida que ayuda a conectar con la propia identidad”. A Patricia, publicista de 39 años, le ayudó a “comprender mi existencia desde mí misma y no desde la de los demás”. La consecuencia es una mayor felicidad, entendida como la capacidad de asumir la realidad.