Saturday, February 06, 2010

Tuesday, February 02, 2010

Anoche...

Anoche

el viento se manifestó

en esa esquina de cristal

cerrando un círculo.


Los sentidos

suelen engañarnos

cuando usamos cristales opacos

y vemos sin mirar.

Desesperados

podemos llagar a matar

“desgarrar hasta con los dientes”

habitando por siempre

esa zona fantasmal

hasta que un día

el viento se manifiesta a través

de una esquina de cristal

reflejándonos en el espejo

cerrando círculos…

F. tomaba la noche con calma al igual que un sorbo de café. La música, cuidadosamente programada, se regresaba del cuarto movimiento de una novena sinfonía, al segundo. Sobre sus manos descansaba ese libro maldito que tanto había buscado y que por temor no me atrevo a decir su nombre. Sólo diré que fue escrito por el loco árabe Al-hazred.

El viento corría con tanta fuerza que alcanzó a estrellar la ventana que da a la terraza. Dudo que haya sido sólo el viento. Tal vez se valió de algún objeto ligero con fines inciertos. F. impulsado por el frío se dirigió a la ventana cubriendo aquel hueco con un grueso papel. El silencio reinaba. En la lejanía se percibía un ligero silbido. El viento cobró más fuerza, derribando esta vez aquél cartón adherido a la ventana, inundando esa pequeña estancia llena de polvo y libros.

F. se levantó molesto y de un salto llegó nuevamente a la ventana. Si uno como ser racional le hiciera caso omiso a la intuición, F. nunca hubiera hecho esto, pero ya era demasiado tarde. Se acercó al cristal roto tan sólo para descubrir que detrás de la gran ventana nada existía. Sin embargo, el viento aún silbaba por entre las ranuras de la ventana. F logró poner sobre aquél hueco un cartón más sólido. Esta vez el silbido del viento cambió de tono. A pesar de su agudeza, más bien parecía un gemido laaaargo y cadeeeente. Agudo. Tan agudo que de sus oídos asomaron dos hilillos de sangre. Al cesar aquel aullido F. recordó esos ojos transparentes, amarillos. Fue cuando el miedo se apoderó de él y cierta curiosidad lo obligó a acercarse de nuevo a la ventana. Ahí estaban esos ojos flotando en la nada, acechando a su presa.

Su pragmatismo no le ayudaba a entender este extraño fenómeno. Sin vacilar acercó el pequeño sillón e impulsado por un inconsciente interés se sentó frente a aquella ventana. Por más ilógico que parezca, nunca, ni en sueños, había pensado algo semejante: “Dos dimensiones pueden unirse a través de un cristal, es cierto, acaso una fórmula matemática lo explique mejor, pero sólo a nivel teórico”.

El viento arreciaba con más fuerza y a su paso se unían los aullidos de la noche. Cuánto tiempo habría pasado ya? Un minuto, una hora? F. se quedaría dormido. Sí, quizás era un sueño dentro de otro. Cuando descubrió que su cuerpo estaba al otro lado de la ventana, en vano la golpeaba, intentando despertarse. Un aullido acompañó al viento. Algo o alguien se movía detrás de la puerta, se acercaba jadeando lentamente, arrastrando su cuerpo, como si le costara trabajo caminar. Dejando escapar un gemido. F. volvió a golpear la ventana al tiempo que una mancha viscosa cubría aquel cristal y al aullido se unía un grito.

Si algún día logran desarrollar conciencia en un sueño, preocúpense por despertar. Si nunca lo hacen, aún mejor. No sentirán la angustia de la pesadilla vivida.

F. nunca volvió a despertar.

Rr.Félix.